LECTIO DIVINA
DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor, Tú que nos has mostrado tu gran misericordia, te pedimos que nos envíes la gracia del Espíritu Santo para que nos ayude y nos ilumine, para ser capaces de discernir tu Palabra en medio de nuestras comunidades, dando un claro ejemplo de amor y reconciliación con nuestros hermanos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
1. LECTURA DEL TEXTO BÍBLICO (Lc 15, 1-32)
¿Qué dice el texto?
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido'. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse.
¿Y qué mujer hay, que, si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: 'Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido'. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.
También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de la herencia que me toca'. Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores'.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores'.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: `Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo'.
Pero el padre les dijo a sus criados: ' ¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo'. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo'.
El padre repuso: 'Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado'”. Palabra del Señor.
Contexto bíblico
Capítulo 14 concluye con la admonición de Jesús, “Quien tiene oídos para oír, oiga” (14, 35). Capítulo 15 comienza diciendo, “Y se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo” (15, 1), e inmediatamente contrasta eso con fariseos y escribanos que murmuran y no escuchan (15, 2). Generalmente, San Lucas retrata publícanos y pecadores de manera favorable, dispuestos a escuchar, abiertos al arrepentimiento y al discipulado (3, 10-14; 5, 27-32; 7, 34-50; 18, 13).
“Y él les propuso esta parábola” (v. 3). Jesús nos da tres o cuatro parábolas, según como las contemos. Las primeras tres o cuatro parábolas que constituyen el Evangelio de hoy. Todas tratan el mismo tema de alegría por el pecador arrepentido.
Texto bíblico
A) Los fariseos y los escribas murmuraban
“Y se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo” (v. 1). Jesús ha atraído grandes multitudes, incluyendo los publícanos y pecadores que viajan con él (14, 25). Publícanos son lacayos de los odiados romanos, que muchas veces cobran de más a la desgraciada población para forrar sus propios bolsillos. Pecadores incluyen los que no observan la ley ritual, tanto como los que son culpables de otras faltas morales. Publícanos y pecadores vienen a escuchar a Jesús. Saben que están equivocados y se sienten atraídos por Jesús, pensando que él puede arreglar las cosas.
“Y murmuraban los Fariseos y los escribas” (v. 2a). Sus murmuraciones se deben a que Jesús invita a pecadores conocidos a la mesa, así confiriendo dignidad y aceptación a los indignos e inaceptables. Sus murmuraciones nos recuerdan a las murmuraciones de Israel contra Moisés y Aarón en el desierto (Éx 15, 24; 16, 2, 7-8; 17, 3; Núm14, 2, 36; 16, 11; Dt 1, 27), murmuraciones que verdaderamente expresaban su resentimiento hacia Dios.
“Éste recibe a los pecadores y come con ellos” (v. 2b). Ésta es la misma acusación y queja que hicieron los fariseos y escríbanos cuando Jesús llamó a Leví y dio un banquete para él en su casa (5, 30). En esa ocasión, Jesús contestó, “No he venido a llamar justos, sino a los pecadores” (5, 32). El ungir de Jesús por una mujer pecadora provocó una controversia similar (7, 36-50).
B) La oveja perdida
“¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla?” (v. 4). El Antiguo Testamento a menudo utiliza la metáfora del pastor para describir el cuidado de Dios por nosotros (Sal 23; 28, 9; 78, 52; 80, 1; 100, 3; Jer 31, 10; Zac 13, 7). Ez 34 es particularmente importante. Dios declara, “He aquí, yo, yo requeriré mis ovejas, y las reconoceré… Las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad… Yo buscaré la perdida, y tornaré la amontada, y ligaré la perniquebrada, y corroboraré la enferma: más a la gruesa y a la fuerte destruiré. Yo las apacentaré en juicio” (Ez 34, 11, 12b, 16). Los israelitas interpretaron esto pensando que Dios les buscaría cuando estaban perdidos y destruiría sus enemigos gruesos y fuertes.
Irónicamente, en la época de Jesús gente ya no pensaba de pastores de manera favorable. Ser pastor es un trabajo solitario y poco apreciado, por eso, gente con más opciones elige otras profesiones. Pastores tampoco pueden simplemente abandonar sus rebaños en el sábado y, por eso, su observación religiosa es irregular. Un padre no quisiera ver a su hija casada con un pastor. “¿Qué hombre de ustedes?” (v. 4a). La parábola empieza con una poderosa invitación hacia los líderes para que se identifiquen con un pastor, pero no pueden imaginarse a sí mismos como pastores.
“teniendo cien ovejas” (v. 4a). Cien ovejas es un rebaño grande. La mayoría de familias solo tiene solo una fracción pequeña de ese número. Una persona lo suficientemente rica para tener cien ovejas seguramente contrataba a alguien para cuidarlas. Sin embargo, una familia extendida a menudo combinaba sus rebaños bajo el cuidado de uno o más pastores, y esos pastores seguramente eran miembros de la familia extendida.
“Y hallada, la pone sobre sus hombros” (v. 5). Poner la oveja sobre los hombros demuestra la mansedumbre del pastor. El pastor ha sufrido la pérdida de la oveja, pero ahora regocija, una reacción natural al recuperar algo precioso que se había perdido. “Y al llegar a casa, reúne los amigos y a los vecinos” (v. 6). El pastor no puede contener su alegría, en vez, su alegría fluye por su vecindad.
“Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que, por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse” (v. 7). Necesitamos recuperar este amor por los perdidos y la alegría por los encontrados, “un pecador que se arrepiente” (v. 7). En la parábola el pastor encuentra la oveja… Aquí, ‘ser encontrado’ se equipará con ‘arrepentimiento. “noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentimiento” (v. 7). Si las noventa y nueve se refieren a fariseos y escríbanos, entonces estas palabras se deben comprender irónicamente como aquéllos que se piensan justos y sin necesidad de arrepentimiento.
C) Una mujer que pierde una moneda
“O qué mujer” (v. 8). San Lucas a menudo empareja la historia de un hombre con otra de una mujer (Zacarías y Isabel, 1, 5-25; Simeón y Ana, 2, 22-38; un hombre con espíritu inmundo y la suegra de Simón, 4, 31-41, etcétera). “Tiene diez monedas” (v. 8). La moneda griega, dracma, es más o menos el equivalente de un denarius romano, la paga diaria para un labrador, quizá $100.00 en moneda actual (Mt 20, 2, 9, 13), no es una fortuna, pero lo suficiente para llamar la atención de la mujer. La mayoría de nosotros, si perdiéramos esta cantidad de dinero, estaríamos inquietos hasta encontrarlo.
“Alégrense conmigo” (v. 9). La alegría de la mujer al encontrarla es una metáfora para la alegría de Dios cuando un pecador se arrepiente. La alegría de Dios es el verdadero mensaje de estas parábolas. Dios se alegra cuando un pecador se arrepiente, y nos invita a nosotros (amigos y vecinos) a unirnos a la celebración.
“Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte” (v. 10). La alegría de Dios contrasta gravemente con las quejas de los fariseos y escríbanos (v. 2). Los que se quejan no extienden la bienvenida a pecadores, no sea que se contaminen al asociarse con ellos. Critican a Jesús por invitar a pecadores, aunque su propósito es redención. Comprenden el valor de una oveja o una moneda, pero fácilmente “olvidan” a un pecador. Vienen a escuchar a Jesús, porque sienten su aceptación, sienten que Jesús se alegra de su llegada.
D) Padre, dame la parte de la hacienda que me pertenece
“Padre, dame la parte de la herencia (gr. βίον, bion, que viene de βίος, bios, vida, subsistencia, posesiones) que me pertenece.” La palabra usada para herencia (bios) también significa vida, forma de vida, medios de supervivencia. Los bienes son lo que sostiene la vida de la familia. Deuteronomio 21, 17 especifica que al primer hijo le sea dada una doble porción de la herencia. Así pues, la propiedad del padre debe dividirse entre el número de hijos más uno: Si hay dos hijos, la propiedad se debe dividir en tres partes: dos de las cuales (67%) van al hijo mayor y un tercio (33%) va al hijo menor.
El hijo mayor recibe dos veces más que cualquier otro hijo. La petición del hijo menor es imprudente e irrespetuosa: algo casi igual a decirle a su padre muérete. Típicamente, los hijos reciben su herencia después de la muerte de su padre. Un padre podía decidir repartir parte de o toda su herencia antes de tal manera que se pueda jubilar. Pero en ese caso, la iniciativa debe ser del padre, no del hijo. Eso es parte de lo que significa “honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en la tierra que Yahvé tu Dios te da” (Ex. 20, 12).
Un padre se sentiría avergonzado de haber criado tal hijo. Los vecinos despreciarían al hijo por no respetar a su padre y al padre por hacer lo que el hijo pidió. Ellos le darían gracias a Dios por no tener un hijo como ese. “Y les repartió (el padre) la herencia” (v. 12b). La mayoría de los padres reprenderían al hijo menor, pero este padre divide su propiedad entre sus hijos. Esto significa que el hijo mayor recibe su porción más grande y el hijo menor su porción más pequeña.
E) Comenzó a pasar necesidad
“Y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta” (v. 13). No sabemos lo que había en el corazón del hijo menor cuando pidió la parte de su herencia. Tal vez intentaba disfrutar un poco de una vida disoluta, o tal vez soñaba en lograr grandes cosas por sí mismo. Cualquiera que fuera su intención original, cuando ya no estaba sujeto a la orden paterna, él gasta y vive de una manera libertina. Después el hijo mayor acusará al menor de gastar sus bienes con prostitutas. El hijo menor está vivo y bien en la actualidad. Todos queremos más libertad.
“Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad” (v. 14). Sería muy difícil exagerar la profundidad de la degradación de este joven. La Torah dice, “Ni puerco: porque tiene uña hendida, mas no rumia, les será inmundo. De la carne de éstos no coman, ni tocar sus cuerpos muertos” (Dt. 14:8). Los judíos evitan todo contacto con los cerdos, pero este joven está reducido a servir a los cerdos: poner la mesa, traer su comida, aguantar sus empujones, soportar sus olores, tolerar sus costumbres, envidiar su estado privilegiado, incluso envidiar su comida de cerdos.
“Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.” (V. 16). La perspectiva tradicional es que estas son algarrobas, que, aunque no agradables a la vista, pueden ser comidas por los humanos. Si este es el caso, tal vez el joven no puede obligarse a sí mismo a comerlas o el patrón le ha prohibido hacerlo. Nada, nada, sufre un poco, por tu decisión.
F) Me levantaré y volveré a mi padre
El arrepentimiento significa aprender a decir Ἀββά, (Abba), otra vez, poniendo completamente en el Padre celestial, regresar a la casa del Padre y a los brazos del padre. Sin embargo, la repentina toma de conciencia de este joven está muy lejos de un arrepentimiento completo. Aunque incluso practica un discurso en que admite sus pecados, parece más calculador que arrepentido, parece un intento más en persuadir a su padre que en expiar sus pecados, está más preocupado por sus circunstancias tan difíciles más que por la injuria que le ha hecho a su familia.
El padre tiene esclavos (δούλους, doulos, esclavo) (vv. 22, 26), pero el hijo, en su discurso practicado, planea pedir que lo reinstalen como un trabajador o trabajador por contrato (μισθίων, misthion) (v. 17, 19). Aunque podemos pensar en un esclavo como más bajo que un trabajador contratado, la teoría prevalente es que un esclavo está en una relación más cercana la familia que el trabajador contratado, es más parte de la familia, y frecuentemente trabaja bajo la supervisión directa de su amo. El trabajador contratado es empleado cuando se necesita, y se le puede dejar ir más fácilmente. Si esta teoría es verdadera, el hijo más joven está pidiendo regresar al círculo más externo de la constelación familiar.
El hijo menor no solamente le está pidiendo a su padre que lo salve, sino que también le confiera un estado sólido. Esto, sin embargo, parece fuera de carácter para un joven que está desesperado para escapar de su miseria. Su practicado discurso (v. 19). Es difícil imaginar al hijo menor tomando tal riesgo, puesto que su padre representa su última esperanza. Esta alternativa también parece fuera de carácter con la despreciable actitud del hijo en los versículos 17-19.
G) Su padre lo vio, corrió, y lo besó
“Enseguida se puso en camino a la casa de su Padre” (v. 20a). Una hambruna se convierte en el instrumento de la salvación del hijo menor. Solamente estando en el fondo es capaz de considerar el regreso a su casa. En la mayoría de los casos, nosotros provocamos nuestra propia miseria, pero Dios siempre está listo para redimir nuestra miseria.
Su padre es su última esperanza, así que debe estar demasiado temeroso de que su padre rechace su propuesta. ¿Qué haría si eso sucede? Sería reducido a hacer las rondas de vecinos poco simpatizantes, o tratar de encontrar empleo con otro granjero de cerdos. Imaginen la ansiedad del joven mientras camina el largo y polvoroso camino a casa.
“Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos” (v. 20b). No parece coincidencia que el padre lo ve desde lejos. Seguramente ha pasado largas y muchas horas viendo al camino, esperando ver a su hijo. Podemos imaginar su pulso acelerándose al primer vistazo, mucho antes de que pueda identificar a su hijo con certeza. Cuando finalmente se atreve a creer que este es su hijo, su corazón se llena con compasión y sus ojos con lágrimas. Ya sin poder contenerse, hace a un lado toda dignidad y corre para abrazar a su hijo de quien ha temido que estuviera muerto. Es este momento, lleno de gracia, que hace esta una parábola tan amada.
Se consideraba indigno que un hombre corriera, pero al padre no le importa esa opinión popular. ¡Tiene un hijo a quien recibir! ¡Este es un momento de resurrección! Su acto tal vez también brota de un motivo secundario: dejar claro a su familia, siervos, esclavos y vecinos que este joven es su hijo otra vez. El hijo debe verse miserable llegando por el camino: sudando, lleno de polvo, vestido en ropa sucia por el cochinero donde estuvo. ¡Y no hay manera de decir cuándo comió su último alimento!
“Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo, y contra ti, y ya no merezco ser llamado hijo tuyo” (v. 21).
“Pero el padre les dijo a sus criados: ¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado. Y comenzó el banquete” (v. 22-24). El padre toma decisiones inmediatas para remediar la situación de su hijo. ¡Vistan a este joven con ropa de hijo! ¡Vístanlo para una fiesta! ¡Denle algo de comer! Es mucho mejor de lo que el hijo esperaba y mucho mejor de lo que se merecía. Es un momento lleno de gracia, uno de esos momentos hermosos cuando todos ganan, el padre y el hijo. El hijo recibe algo mejor de lo que se merece, y el padre recibe, no un trabajador contratado, sino un hijo.
Las ropas, el anillo, y las sandalias hablan de dignidad en la misma manera en que un buen traje de seda lo hace hoy día. Estos detalles denotan pertenencia a la familia, significan que el padre está regresando a este joven a la familia. La túnica, el anillo y las sandalias señalan a este joven como un vástago de la familia: el hijo del padre.
La carne no es parte usual de la dieta diaria, sino que se reserva para ocasiones especiales. Se reserva el becerro gordo para grandes celebraciones, porque su tamaño más grande requiere a los vecinos, y tal vez toda la villa, para que lo consuman y le hagan justicia. Al matar al becerro gordo, el padre no solamente celebra el regreso de su hijo, sino que también involucra a toda la comunidad. Así les envía el mensaje de que ha restaurado a este hijo a su posición y por lo tanto también a la membresía de la comunidad.
H) Y su hijo mayor estaba en el campo
El hijo mayor estaba en el campo haciendo lo que los hijos mayores hacen: trabajar como esclavo (véase v. 29), sirviendo fielmente, sacando la familia adelante. La primera pista de la fiesta para el hijo mayor fue el sonido de la música y la danza. Debe haber sido un sentimiento de soledad venir de la quieta soledad de los campos al caer la tarde, cansado y sucio, y escuchar la música y las danzas.
“El hermano mayor se enojó, y no quería entrar” (v. 28a). La negación del hijo (mayor) para unirse a una fiesta en que el padre es el anfitrión deshonra al padre, igual que el hijo menor deshonró al padre al pedir su parte de la herencia prematuramente. No pasen por alto la ironía: El hermano que estaba afuera ahora está adentro, mientras que el hermano que había estado adentro ahora está afuera. “Salió entonces el padre y le rogó que entrara” (v. 28b). El padre está lleno de gracia por su desobediente hijo mayor de la misma manera en que lo estaba por su hijo menor. Él sale para reconciliar al hijo mayor de la misma manera en que salió para recibir al hijo menor.
Este es un momento tenso. El gozo del padre es hecho pedazos. Estaba celebrando tener a sus dos hijos bajo el mismo techo otra vez, pero ahora halla al hijo mayor afuera, sin querer entrar a la casa para participar de la celebración. El padre estaba celebrando el fin de la ruptura de su familia, pero ahora la encuentra rota en otro lugar.
“Más él, respondiendo, dijo al padre: He aquí...” (v. 29a). Una forma de dirigirse respetuosamente al padre comenzaría con la palabra padre, y no con He aquí... De esta manera el hijo mayor le ordena a su padre que escuche su queja y reclamo.
“He aquí, tantos años te sirvo...” (v. 29b). Aquí descubrimos... que este hijo, también, se ha alineado de su padre, tal vez por un tiempo mucho mayor. Él ha servido a su padre por muchos años... Pero él... nunca se ha sentido recompensado. “No he desobedecido tus mandatos...” (v. 29c), pero en ese momento simplemente se rehúsa a aceptar el ruego del padre para que se una a la fiesta (v. 28b). El hijo mayor demuestra que ha estado alejado, a pesar de vivir bajo el mismo techo que su padre y (en su mente) haciendo la voluntad del padre. Ha intentado ganarse el amor del padre, pero nunca se ha permitido creer que su padre lo ama; y, posiblemente, nunca ha amado al padre.
“Y nunca me has dado ni un cabrito para celebrar con mis amigos” (v. 29d). El hijo mayor admite que puede haber encontrado gusto teniendo una fiesta con sus amigos, pero no puede encontrar gusto en tener un hermano que ha regresado de entre los muertos. ¡Y esa es una admisión condenatoria! El hijo mayor tiene razón: por supuesto, que el penitente regrese a casa, pero no a pan y agua, no a un becerro gordo; a andrajos y no una nueva túnica; a ceniza, no a joyas; a arrodillarse, no a danzar; a lágrimas, no a felicidad. Cuantas veces nosotros también no deseamos la felicidad de una persona que se convierte inclusive le echamos en cara sus faltas.
I) Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida
“Hijo tú siempre estás conmigo, y toda lo mío es tuyo” (v. 31). El hijo mayor no usó la palabra padre para dirigirse a su padre, pero su padre sí usa la palabra hijo para dirigirse a él. El padre pudo haber usado υἱός, (huios, hijo), pero en su lugar le dice τέκνον, (teknon, mi pequeño, mi niño), una palabra más tierna. El hijo mayor nunca reconoce al hijo menor como su hermano, sino que se refiere a él solamente como éste hijo tuyo (v. 30); pero el padre rehúsa dejar que eso interfiera, y se refiere a su hijo menor como éste tu hermano (v. 32). El hijo mayor se rehúsa a entrar a la casa para unirse a la fiesta (v. 28), esta es una tremenda afrenta pública para el padre, porque debe asistir como anfitrión en una celebración. El padre, sin embargo, no lo reprende, en su lugar le ruega para que cambie su decisión (v. 28).
La pródiga generosidad mostrada al hijo que estaba perdido fuera del hogar ahora también se extiende al hijo que está perdido dentro del hogar. El padre reafirma al hijo mayor que la presencia del hijo menor no afecta el afecto del padre por el hijo mayor ni la herencia del hijo mayor. Ambos están seguros, y siempre lo han estado. Fariseos y escribas necesitan escuchar que su herencia no se disminuye por el amor de Dios por los pecadores.
“El padre repuso: Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado” (v. 32). ¿Cómo puede alguien no celebrar la resurrección de alguien amado? El problema, por supuesto, es que el hijo mayor no ama al hermano menor, y hay alguna duda de que ame al padre, e incluso alguna duda de que se ame a sí mismo. Jesús no nos dice el resultado del ruego del padre, pero el incómodo sentimiento permanece que tal vez todavía hay un hijo perdido. Jesús relata su parábola en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y los escribas. El hijo mayor, obviamente, es un fariseo o un escriba. Él trata de hacer todo bien, y no puede tolerar a cualquiera que haga menos. Es como aquellos que están tan preocupados con guardar las fronteras de la gracia de Dios que no notan que con el mero acto de pintar líneas se excluyen a sí mismos.
Preguntas para la lectura:
- ¿Qué decían los fariseos y escribas contra Jesús?
- ¿Qué les dijo Jesús?
- ¿Cuál fue la actitud del pastor que se le perdió una oveja?
- ¿Cuál fue la actitud de la mujer que se le perdió una moneda?
- ¿Qué hizo el hijo menor?
- ¿Qué pasó durante el tiempo que se apartó de su casa al hijo menor?
- ¿Cuál fue la actitud del padre con el hijo menor?
- ¿Cuál fue la actitud del hijo mayor?
2. MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
- ¿Soy un hijo agradecido con Dios?
- ¿Busco al hermano cuando tiene una necesidad?
- ¿Soy comprensivo cuando veo los defectos de mi hermano?
- ¿Le pido a mi padre lo que no me corresponde?
- ¿Entre los dos hermanos, con cuál me identifico y por qué?
- ¿Si tengo bienes, los sé administrar o los derrocho con mucha facilidad?
- ¿Si un hermano falla, tengo la facilidad para perdonarlo?
- ¿Sé respetar la voluntad de Dios como mi Padre?
3. ORACIÓN: (Qué le respondo al Señor, que le respondemos al Señor)
Gracias Señor por tu perdón y misericordia tan grande, que no te fijas en nuestros defectos y errores, sino que nos recibes como un verdadero Padre y amoroso con nosotros. Gracias por todas las bendiciones que nos regalas, por el amor y reconciliación con los miembros de nuestras familias. Por eso te damos gracias Señor.
Perdón Señor por tener un corazón duro, por no saber tener piedad por los errores de los miembros de mis comunidades y muchas veces juzgar a mis hermanos por lo insignificante, sabiendo que yo tengo errores más grandes, que mi soberbia no me permite ver. Por eso te pedimos perdón; perdón Señor, perdón Señor.
4. CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
- Al pastor buscando a la oveja perdida
- A la mujer alegrarse por haber encontrado su moneda
- Al hijo menor exigiéndole al padre su herencia.
- El sentimiento del padre cuando el hijo le exige.
- Al hijo mal gastando sus bienes.
- Al hermano mayor orgulloso que no quiere entrar a la fiesta.
- A ti mismo que no sabes perdonar las faltas de tus hermanos.
- Al padre atormentado por la actitud del hijo mayor.
5. ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?
La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de septiembre es:
Universal: Por la protección de los océanos
“Para que los políticos, los científicos y los economistas trabajen juntos por la protección de los mares y los océanos”.
Intención personal: Buscar una conversión personal, valorando todos los dones que el Señor me ha regalado para mi beneficio personal y esto llevarlo a mis hermanos.
Intención comunitaria: Invitar a los miembros de mis pequeñas comunidades a buscar una reconciliación sincera con Dios y con los hermanos de la comunidad.