Miércoles, 17 de julio de 2019
Martes, 16 de julio de 2019
Nuestra Señora del Carmen
Alégrate, hija de Sión, porque Yo vengo
Lectura de la profecía de Zacarías
2, 14-17
Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión:
porque Yo vengo a habitar en medio de ti
-oráculo del Señor-.
Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor:
ellas serán un pueblo para Él
y habitarán en medio de ti.
¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los ejércitos!
El Señor tendrá a Judá como herencia,
como su parte en la Tierra santa,
y elegirá de nuevo a Jerusalén.
¡Que callen todos los hombres delante del Señor,
porque Él surge de su santa Morada!
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Lc 1, 46-55
R. ¡El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas!
Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque El miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz. R.
Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen. R.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías. R.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres,
en favor de Abraham y de su descendencia para siempre. R.
EVANGELIO
Señalando con la mano a sus discípulos, dijo:
éstos son mi madre y mis hermanos
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
12, 46-50
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte».
Jesús le respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Palabra del Señor.
Reflexión
CONTEMPLATIVOS Y COMBATIVOS
En el ecuador de este mes de julio, con los remos de nuestra fe y de nuestra esperanza siempre en Dios, arribamos a una de las fiestas más populares con color mariano: la Virgen del Carmen. Devoción que, como bomba racimo pero de gracias singulares, se ha extendido desde hace siglos por Europa y América. Es difícil no encontrar, en cualquier rincón de nuestra geografía, algo que no nos hable de Ella: una ermita, una cofradía, un himno, una procesión, una embarcación, un puerto o esta misma expresión eucarística que estamos teniendo en esta jornada.
1. Desde el siglo XIII, de mano de Simón de Stock (con la entrega de su hábito carmelitano y del escapulario) esta fiesta es signo de protección de María en las horas de la vida (hay que vivir con su brisa) y también en los momentos de la muerte (quien a Ella se confía no cierra los ojos a este mundo desamparado). ¿Se puede esperar más?
Hoy, los pescadores, están de enhorabuena y no menos la Marina Española. Hoy, los hombres y mujeres del mar, le rezan y la ven como ESTRELLA DEL MAR. Y porque, todos en el fondo somos pescadores (algo estamos llamados a pescar en nombre de Dios) y también hombres y mujeres del mar (porque esta tierra es un mar en calma y bravío a la vez) la vemos como faro que nos lleva a buen puerto; como mano que calma muchas tormentas; como luz que se enciende en oscuridades inciertas. Eso, y mucho más, es la Virgen del Carmen. Pero, sobre todo, es el soplo que empuja al gran puerto que es Jesús.
2. Siempre que miramos a una imagen, y especialmente a una iconografía tan dinámica como la del Carmen, nos sorprende que María es un modelo a seguir y, por qué no, una referencia para ser discípulos en el hoy y en el ahora. Aquello que descendió en dulces palabras desde la cruz (en una de las últimas siete palabras de Jesús) “Ahí tienes a tu Madre” (Jn 19,26) es por algo y para algo.
-Es porque, cuando la fe ya no brilla, Ella lo hace con luz propia. Y es para que Ella, en este mundo tan mediocre y dónde solo alumbra la zafiedad y la tibieza, nos ayude a no bajar a la guardia en nuestra vida cristiana.
-La piedad a María no puede ser sólo contemplativa (ver, celebrar, cantar, piropear, ensalzar) ha de ser, más que nunca en estos tiempos de dificultades para el cristianismo, combativa (ayúdanos a….protégenos para…..empújanos y…..).
- El mundo vacío y sin rumbo (como la barca en plena tormenta en alta mar) no se va arreglar soltando el timón o con horas de lamentaciones. Habrá que mirar hacia el cielo, por supuesto, pero también preguntarnos si la dirección que estamos llevando, los esfuerzos que estamos realizando por el reino de Dios son sinceros, acertados o al aire, con fuerza o débiles, con falsedad o rodeados de una gran convicción: Dios avanza con nosotros.
-La Virgen del Carmen, en estos instantes con claves re-evangelizadoras, nos puede ayudar a pensar sobre las líneas maestras para presentar el Evangelio a nuestra sociedad. Unas líneas que no son otras que aquellas que, María (y el Papa Francisco también) nos reclaman:
-Sencillez para que el Evangelio sea inteligible
-Misericordia, para que más allá de las normas se vea el corazón que todos llevamos dentro
-El compromiso, para que nada ni nadie obstaculice una militancia activa de nuestro ser Iglesia
3. La Virgen, hoy con este apellido del Carmelo, así nos lo indica. Ante la confusión reinante, y con Ella, hemos de ponernos en camino. Un camino que nos llevará a contradicciones, burlas, rechazos y también adhesiones. ¿Acaso el sendero de María fue sendero de rosas? ¿No será que nosotros hemos tallado una imagen de la Virgen dulce cuando vivió también horas amargas? ¿Bella y estéticamente atrayente cuando lo que encandiló a Dios fue su sencillez? ¿Coronada cuando tan sólo recibió la corona de la gloria en el cielo? ¿O grande, cuando, Dios, se fijó en Ella por su pequeñez
Hoy, festividad de nuestra Señora del Carmen, recibimos una invitación especial a volver nuestra mirada hacia ella que es para nosotros modelo de creyente, la primera y mejor discípula del Señor, para aprender de ella y con ella cómo debe ser nuestra vida cristiana. En la vida de María resplandecen con un brillo especial dos grandes amores: el amor a Dios y el amor a los hermanos.
Que Ella, cuando estamos a punto de iniciar el Año de la Misericordia convocado por el Papa Francisco, nos ayude a que esos dos platos (Dios y hombre) estén equilibrados en nuestra propia vida. No hay amor sin límites, sin farsa y auténtico si previamente no descubrimos, como María, que el inmenso amor de Dios es un hontanar de vida, fe y esperanza. ¡Viva la Virgen del Carmen!
Javier Leoz
O bien de la Feria
Lo llamo Moisés porque lo había sacado de las aguas;
siendo ya un hombre salió a visitar a sus hermanos
Lectura del libro del Éxodo
2, 1-15a
Un hombre de la familia de Leví se casó con la hija de un levita. La mujer concibió y dio a luz un hijo; y viendo que era muy hermoso, lo mantuvo escondido durante tres meses. Cuando ya no pudo ocultarlo más tiempo, tomó una cesta de papiro y la impermeabilizó con betún y resina. Después puso en ella al niño y la dejó entre los juncos, a orillas del Nilo. Pero la hermana del niño se quedó a una cierta distancia, para ver qué le sucedería.
La hija del Faraón bajó al Nilo para bañarse, mIentras sus doncellas se paseaban por la ribera. Al ver la cesta en medio de los juncos, mandó a su esclava que fuera a recogerla. La abrió, y vio al niño que estaba llorando; y llena de compasión, exclamó: «Seguramente es un niño de los hebreos».
Entonces la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: «¿Quieres que vaya a buscarte entre las hebreas una nodriza para que te lo críe?»
«Sí», le respondió la hija del Faraón. La jovencita fue a llamar a la madre del niño, y la hija del Faraón le dijo: «Llévate a este niño y críamelo; yo te lo voy a retribuir».
La mujer lo tomó consigo y lo crió; y cuando el niño creció, lo entregó a la hija del Faraón, que lo trató como a un hijo y le puso el nombre de Moisés, diciendo: «Sí, yo lo saqué de las aguas».
Siendo ya un hombre, Moisés salió en cierta ocasión a visitar a sus hermanos, y observó los penosos trabajos a que estaban sometidos. También vio que un egipcio maltrataba a un hebreo, a uno de sus hermanos. Entonces dirigió una mirada a su alrededor, y como no divisó a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.
Al día siguiente regresó y encontró a dos hebreos que se estaban peleando. «¿Por qué golpeas a tu compañero?», preguntó al agresor. Pero éste le respondió: «¿Quién te ha constituido jefe o árbitro nuestro? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?»
Moisés sintió temor y pensó: «Por lo visto, el asunto ha trascendido». En efecto, el Faraón se enteró de lo sucedido, y buscó a Moisés para matarlo. Pero éste huyó del Faraón, y llegó al país de Madián.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 68, 3. 14. 30-31. 33-34
R. ¡Busquen al Señor y vivirán!
Estoy hundido en el fango del Abismo
y no puedo hacer pie;
he caído en las aguas profundas,
y me arrastra la corriente. R.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor,
en el momento favorable:
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
sálvame, por tu fidelidad. R.
Yo soy un pobre desdichado, Dios mío,
que tu ayuda me proteja:
así alabaré con cantos el nombre de Dios
y proclamaré su grandeza dando gracias. R.
Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos. R.
EVANGELIO
En el día del juicio, Tiro, Sidón y la tierra de Sodoma
serán tratadas menos rigurosamente que ustedes
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
11, 20-24
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».
Palabra del Señor.
Reflexión
Ex. 2, 1-15. Al principio, el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas; entonces se inicia la creación que Dios hace por amor. Para librarse del diluvio, Noé por orden de Dios, construye un arca y la recubre con brea por dentro y por fuera. El inicio de la liberación de los Israelitas tiene lugar con la liberación de las aguas de un niño hebreo, que había sido colocado en una cestilla, cubierta de betún y brea. El mismo pueblo de Israel quedará libre de la esclavitud en Egipto pasando por en medio de las aguas del Mar de las Cañas o Mar Rojo. Dios nos ha salvado de la esclavitud del pecado mediante la Sangre de su Hijo. Esa Salvación se hace nuestra mediante nuestra fe en Jesús y el Bautismo en Agua recibido en su nombre.
Dios quiere que todos se salven; y así como escogió a Moisés para liberar a su Pueblo de la esclavitud en Egipto, así nos ha enviado a su propio Hijo para que, liberados de la esclavitud del pecado, nos encaminemos hacia la posesión de la Patria eterna. Por eso, alegrémonos en el Señor que nos ama y que nos salva.
Sal. 69 (68). Si Dios cuida de las aves del cielo para que no mueran de hambre, cuánto más velará de nosotros, que somos sus hijos.
Ciertamente nuestra naturaleza humana no podrá tan fácilmente librarse del sufrimiento, de la enfermedad, de la muerte.
En los momentos de prueba invoquemos al Señor, no tanto para vernos libres de aquello que es consecuencia del deterioro de nuestro organismo, sino para que, aun en medio de grandes sufrimientos, sepamos que el Señor está con nosotros para fortalecernos y hacer que toda nuestra vida sea una manifestación de su amor redentor en nosotros y, desde nosotros, para todo el mundo.
Mt. 11, 20-24. Jesús nos llama continuamente a la conversión. Él se ha manifestado a nosotros como el Rostro misericordioso de Dios. Ha hablado a nuestro corazón no sólo con palabras, sino con la entrega de su propia vida a favor nuestro.
Quien conoce el amor de Dios no puede cerrarle su corazón, pues no hay ni habrá otro nombre en el que podamos encontrar la salvación. Por eso el Señor nos llama a una sincera conversión, para que dejados nuestros caminos equivocados, abramos nuestro corazón a su vida y nos dejemos guiar por su Espíritu Santo.
Cuando el Señor envía a sus discípulos a proclamar la Buena Nueva del Reino les indica que quien crea se salvará; el que se resista a creer será condenado; y eso, no porque Él haya venido a condenar a alguien, sino porque la Palabra misma de salvación, rechazada, juzgará a quien no quiso aceptarla.
El Señor pone ante nosotros el agua y el fuego; a donde nosotros queramos extender la mano podemos hacerlo; la responsabilidad no será de Dios, sino nuestra.
Ojalá y al final, por nuestra fidelidad al Señor, seamos hechos partícipes de la misma vida de Dios y no seamos condenados como las ciudades que, aún viendo, no quisieron hacer suya la vida que Dios les ofrecía en Cristo.
En la Eucaristía que estamos celebrando el Señor sale a nuestro encuentro con el Milagro más grande de su amor por nosotros. A base de celebrarlo con tanta frecuencia pudimos habernos sentido seguros por nuestra fidelidad al culto. Sin embargo no basta ser testigos de las maravillas del Señor; no basta orar, no basta escuchar la voz de Dios, no basta, incluso, hacer milagros o expulsar demonios utilizando el Nombre de Cristo.
No podemos decir que somos testigos cualificados del Señor por haber experimentado personalmente su amor. No es la cercanía de Dios lo que nos salva, sino la aceptación de Él como el único Señor y Dios de nuestra vida.
Sólo con las obras, nacidas del amor, podremos manifestar si en verdad estamos, o no, en comunión con Dios.
Personas de fe que dan testimonio del Señor en medio de las realidades de cada día; esa es la misión que tenemos quienes creemos en Cristo, quienes hemos hecho nuestra su vida, su Misión y la proclamación de su Evangelio.
Jesús ha manifestado la llegada del Reino mediante las señales que realizó entre nosotros. Muchos lo aceptaron; otros lo rechazaron. Él, finalmente, no se detuvo ni se desanimó a causa de sentir que muchos endurecieron su vida como roca y se resistieron a creer.
Nuestra fe no puede quedarse en vana palabrería; si en verdad somos Personas de fe debemos manifestarla con las obras.
Teniendo a Cristo en nosotros y siendo portadores de su Evangelio de Salvación, quienes creemos en Él debemos manifestar que en verdad hemos dejado nuestros caminos de maldad y, ahora, trabajamos por la justicia, por el amor fraterno, por la paz; trabajando, incluso con la disposición de dar nuestra vida para que nuestro prójimo no sólo disfrute de una existencia más digna aquí en la tierra, sino que pueda ser un signo del amor liberador de Dios porque, viviendo unido a Cristo, pueda, junto con nosotros, ser capaz, guiado por el Espíritu Santo, de continuar su obra de salvación entre aquellos que nos rodean.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser dóciles a las enseñanzas de Jesús, no sólo escuchándolo sino poniendo en práctica su Palabra, siendo, así, dignos de alcanzar la eterna bienaventuranza. Amén.
Homiliacatolica.com