EVANGELIO DE HOY, LUNES 2 DE DICIEMBRE


EVANGELIO DE HOY

LUNES 2 DE DICIEMBRE 

Lectura         Is 4, 2-6


Lectura del libro de Isaías.
Aquel día, el germen del Señor será la hermosura y la gloria de los sobrevivientes de Israel, y el fruto del país será su orgullo y su ornato. Entonces, el resto de Sión, los sobrevivientes de Jerusalén, serán llamados santos: todos ellos estarán inscritos para la vida, en Jerusalén. Cuando el Señor lave la suciedad de las hijas de Sión y limpie a Jerusalén de la sangre derramada en ella, con el soplo abrasador del juicio, él creará sobre toda la extensión del monte Sión y en su asamblea, una nube de humo durante el día, y la claridad de un fuego llameante durante la noche. Porque la gloria del Señor, en lo más alto de todo, será un reparo y una choza, para dar sombra contra el calor durante el día, y servir de abrigo y refugio contra la tempestad y la lluvia.
Palabra de Dios.

Comentario

La gloria de Dios es su manifestación. Esta aparece a lo largo de la historia con variados y ricos símbolos. Aquí se nos describe la reunión de la gente en Jerusalén, donde la gloria de Dios es como un toldo que guarece del sol abrasador, del rocío y de la lluvia. Así Dios quiere congregarnos.

Salmo Sal 121, 1-2. 4-9


R. ¡Vamos con alegría a la Casa del Señor!

¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la Casa del Señor”! Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén. R.
Allí suben las tribus, las tribus del Señor, según es norma en Israel, para celebrar el Nombre del Señor. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David. R.
Auguren la paz a Jerusalén: “¡Vivan seguros los que te aman! ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!”. R.
Por amor a mis hermanos y amigos, diré: “La paz esté contigo”. Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad. R.

Aleluya          Sal 79, 4


Aleluya. ¡Restáuranos, Señor de los ejércitos, que brille tu rostro y seremos salvados! Aleluya.

Evangelio      Mt 8, 5-11


+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace”. Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos”.
Palabra del Señor.

El Evangelio de hoy es un espejo. Evoca en nosotros las palabras que repetimos durante la Misa antes de comulgar: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Mirando al espejo, este texto sugiere lo siguiente:
• La persona que busca a Jesús es un pagano, un soldado del ejército romano, que dominaba y explotaba a la gente. No es la religión, ni el deseo de Dios, sino más bien el sufrimiento y la necesidad que le impulsan a buscar a Jesús. Jesús no tiene ideas preconcebidas. No exige nada antes, acoge y escucha la petición del oficial romano.
• La respuesta de Jesús sorprende al centurión, ya que supera su expectativa. El centurión no esperaba que Jesús fuera a su casa. Se siente indigno: “Yo no soy digno”. Quiere decir que consideraba a Jesús como a una persona muy superior.
• El centurión expresa su fe en Jesús diciendo: “Di una sola palabra y mi siervo sanará”. El cree que la palabra de Jesús es capaz de sanar. ¿De dónde le nace una fe tan grande? ¡De su experiencia profesional de centurión! Porque cuando un centurión da órdenes, el soldado obedece. ¡Tiene que obedecer! Y así se imagina que ocurra con Jesús: basta que Jesús diga una palabra, y las cosas acontecen según la palabra. El cree que la palabra de Jesús encierra una fuerza creadora.
• Jesús queda admirado y elogia la fe del centurión. La fe no consiste en aceptar, repetir y declarar una doctrina, sino en creer y confiar en la persona de Jesús.
Para la reflexión personal
• Si me pongo en el lugar de Jesús, ¿cómo acojo y escucho a las personas de otras religiones?

• Si me pongo en el lugar del centurión: ¿cuál es la experiencia personal que me lleva a creer en Jesús?