EVANGELIO DE HOY, JUEVES 31 DE OCTUBRE


EVANGELIO DE HOY 

JUEVES 31 DE OCTUBRE 

Lectura         Rom 8, 31b-39


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.

Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?”. ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros? ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnu­dez, los peligros, la espada? Como dice la Escritura: “Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero”. Pero en todo esto obte­nemos una amplia victoria, gracias a Aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los pode­res espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.

Comentario

Las descripciones de Pablo acerca de qué puede apartarnos del amor de Cristo, son muy duras, pero reales. Y quizá hemos atravesado alguna de ellas –o lo estamos pasando–. Sin embargo, a pesar de que hayamos tenido sentimientos de abandono por parte de Dios, aquí estamos hoy, afirmados en la fe, crecidos y más fuertes que antes. Porque el amor de Dios, que da vida, sostiene, acompaña y anima, no se ha ido.

Salmo Sal 108, 21-22. 26-27. 30-31


R. ¡Sálvame por tu misericordia, Señor!

Tú, Señor, trátame bien, por el honor de tu Nombre; líbrame, por la bondad de tu misericordia. Porque yo soy pobre y miserable, y mi corazón está traspasado. R.
Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame por tu misericordia, para que sepan que aquí está tu mano, y que tú, Señor, has hecho esto. R.
Yo daré gracias al Señor en alta voz, lo alabaré en medio de la multitud, porque él se puso de parte del pobre, para salvarlo de sus acusadores. R.

Aleluya          Cf. Lc 19, 38; 2, 14

Aleluya. ¡Bendito sea el Rey que viene en Nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Aleluya.

Evangelio      Lc 13, 31-35


+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Se acercaron algunos fariseos que le dijeron a Jesús: “Aléja­te de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Él les respondió: “Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, ‘a ustedes la casa les quedará desierta’. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en Nombre del Señor!”.
Palabra del Señor.

Comentario

Jesús se encaminó decididamente hacia su muerte. ¿Tendría miedo? ¿Por qué no? ¿Qué se lo impedía? El miedo no le quitó la fuerza de anunciar el proyecto de Dios de unidad y salvación; el miedo no frena la profecía ni la seguridad de lo que se cree. En plena persecución, el miedo no puede ahogar la fuerza de la fe.