EVANGELIO DEL DOMINGO XVIII

EVANGELIO DEL DOMINGO XVIII


Dos sabios ante la riqueza, Domingo 18 del Tiempo Ordinario. Ciclo C



El domingo pasado, el evangelio se fijó en un tema muy importante para Lucas: la oración. Este domingo recoge otra cuestión capital de su evangelio: la actitud ante la riqueza.

Una elección curiosa: la primera lectura

            En el Antiguo Testamento, la riqueza se ve a veces como signo de la bendición divina (casos de Abrahán y Salomón); otras, como un peligro, porque hace olvidarse de Dios y lleva al orgullo; los profetas la consideran a menudo fruto de la opresión y explotación; los sabios denuncian su carácter engañoso y traicionero. En esta última línea se inserta la primera lectura de hoy, que recoge dos reflexiones de Qohélet, el famoso autor del “Vanidad de vanidades, todo vanidad”.
            La primera reflexión afirma que todo lo conseguido en la vida, incluso de la manera más justa y adecuada, termina, a la hora de la muerte, en manos de otro que no ha trabajado (probablemente piensa en los hijos).

¡Vanidad de vanidades, dice Qohélet;
vanidad de vanidades, todo es vanidad!
Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto,
y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.
También esto es vanidad y grave desgracia.

            La segunda se refiere a la vanidad del esfuerzo humano. Sintetizando la vida en los dos tiempos fundamentales, día y noche, todo lo ve mal.

Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?
De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente.
También esto es vanidad.

            Ambos temas (lo conseguido en la vida y la vanidad del esfuerzo humano) aparecen en la descripción del protagonista de la parábola del evangelio.

Petición, parábola y enseñanza (Lc 12,31-21)

            En el evangelio de hoy podemos distinguir tres partes: el punto de partida, la parábola, y la enseñanza final.

            El punto de partida

            En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
            ‒ Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
            El le respondió:
            ‒ ¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?
            Y les dijo:
            ‒ Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.

            Si esa misma propuesta se la hubieran hecho a un obispo o a un sacerdote, inmediatamente se habría sentido con derecho a intervenir, aconsejando compartir la herencia y encontrando numerosos motivos para ello. Jesús no se considera revestido de tal autoridad. Pero aprovecha para advertir del peligro de codicia, como si la abundancia de bienes garantizara la vida. Esta enseñanza la justifica, como es frecuente en él, con una parábola.

            La parábola.

Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?” Y se dijo: “Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea”. Pero Dios le dijo: “¡Necio! esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”

            A diferencia de Qohélet, Jesús no presenta al rico sufriendo, penando y sin lograr dormir, sino como una persona que ha conseguido enriquecerse sin esfuerzo; y su ilusión para el futuro no es aumentar su capital de forma angustiosa sino descansar, comer, beber y banquetear.
            Pero el rico de la parábola coincide con el de Qohélet en que, a la larga, ninguno de los dos podrá conservar su riqueza. La muerte hará que pase a los descendientes o a otra persona.

            La enseñanza final. Si todo terminara aquí, podríamos leer los dos textos de este domingo como un debate entre sabios.
            Qohélet, aparentemente pesimista (todo lo obtenido es fruto de un duro esfuerzo y un día será de otros) resulta en realidad optimista, porque piensa que su discípulo dispondrá de años para gozar de sus bienes.
            Jesús, aparentemente optimista (el rico se enriquece sin mayor esfuerzo), enfoca la cuestión con un escepticismo cruel, porque la muerte pone fin a todos los proyectos.
            Pero la mayor diferencia entre Jesús y Qohélet la encontramos en la última frase.

            Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.

            Frente al mero disfrute pasivo de los propios bienes (Qohélet), Jesús aconseja una actitud práctica y positiva: enriquecerse a los ojos de Dios. Más adelante, sobre todo en el capítulo 16, dejará claro Lucas cómo se puede hacer esto: poniendo sus bienes al servicio de los demás.


ADEMAS DE LO DICHO:
A) Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia
“Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia” (v. 13). La ley de la Torá prescribe las leyes de herencia, y es de esperar que los rabíes interpreten la Torá en casos específicos y que actúen como mediadores en disputas: 
En Deuteronomio 21, 17 manda que una doble porción de la herencia vaya al hijo primogénito. Si hay dos hijos, el mayor recibe dos tercios (67%), y el segundo un tercio (33%). Si hay tres hijos, el mayor recibe dos cuartos (50 %), y los demás reciben un cuarto cada uno (25%). Si hay cuatro hijos, el mayor recibe dos quintos (40%) y los demás reciben un quinto cada uno (20%). Deuteronomio especifica que el cariño del padre hacia el primogénito o la falta de cariño hacia la esposa del primogénito no deben influir en la herencia. En Núm. 27, 1-11 especifica la línea de herencia: hijo, hija, hermano, tío, pariente más cercano.
Mientras que el hombre se dirige a Jesús como maestro, no le está pidiendo enseñanza. En vez, le dice a Jesús que quiere y requiere (o manda) que Jesús haga lo que le pide. Quiere aprovecharse de la autoridad moral de Jesús, busca usar la autoridad de Jesús para ganar el poder sobre su hermano en la disputa de su herencia.
“Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias (Gr. μεριστὴν, meristen, repartidor) sobre vosotros?” (v. 14). La respuesta de Jesús suena al lenguaje de Éx 2, 14, en el cual Moisés intentó terminar una lucha entre dos hebreos. Uno de ellos le preguntó a Moisés, “¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros?” Jesús puede querer decir que no tiene la autoridad para arbitrar en esta disputa, pero es más probable que esté cuestionando el derecho de este hombre al involucrarlo en esta controversia.
Este hombre interrumpe a Jesús, pidiendo ayuda con su herencia. Al hacer esto, revela que no ha oído las palabras de Jesús, y que solo se preocupa por su problema personal. Su interrupción es impertinente, cuando se compara con la enseñanza que interrumpe y, por eso, es inapropiada y desbarata la situación.
“Eviten toda clase avaricia” (v. 15). Jesús, quien ve el corazón, ve avaricia en el corazón del hombre (v. 15). Se dirige a su pregunta, no solo al hombre, sino a “ellos”, a la multitud. Utiliza la oportunidad para enseñarles del peligro de la avaricia. 
“Porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. (v. 15). Como en 10, 25-37, ‘vida’ es una metáfora para la salvación o “vida” podría significar “una vida humanamente significante y de satisfacción El hombre que trajo la queja ha fijado los ojos tanto sus en posesiones, que no ve nada más. Jesús le pide que se aleje un poco para poder ver por completo el conjunto de la vida, un ejercicio que pone las posesiones en perspectiva. Posesiones aún están en la discusión, pero parecen más pequeñas cuando se miran contra el fondo del con el resto de la vida. Entonces, Jesús pasa la conversación de la herencia del hombre, a lo que es su verdadera necesidad, la defensa contra la avaricia y la oportunidad de hacerse “rico en Dios” (v. 21). 
Estos son puntos que Jesús hace en varias partes de este Evangelio:
  • “Está escrito, ‘No solo de pan vive el hombre’” (4, 4).
  • “¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y sé pierda a sí mismo, o corra peligro de sí?” (9, 25).
  • “Por tanto les digo: No estén preocupados de su vida, qué comerán; ni del cuerpo, qué vestirán” (12, 22-23).
  • “¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (18, 24).
B) Un hombre rico obtuvo una gran cosecha 
“Un hombre rico obtuvo una gran cosecha” (v. 16). El hombre ya era rico antes de esta cosecha, y la cosecha simplemente aumenta su riqueza. Jesús relata una cosecha abundante, una cosecha que sobrepasa lo que el hombre invirtió en plantar y arar, una cosecha que es verdaderamente un regalo de Dios. Como veremos, la cosecha abundante hace surgir la pregunta de generosidad. ¿Cuáles son las responsabilidades que adquirimos al acumular más de lo que necesitamos?
“Y se puso a pensar” (v. 17). “Derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo” (v. 18). La abundancia de la cosecha excede las esperanzas del hombre rico. Esto requiere rápidas decisiones en cuanto a dónde guardar o qué hacer con la cosecha. Jesús no pretende decir que el hombre ha llegado a donde está de manera deshonesta. No hay pruebas de que el hombre hubiera maltratado a su mano de obra o cosechado trigo de los campos de su vecino.
La primera indicación del problema está en el uso de la primera persona por parte del hombre. Pase por la parábola trazando círculos alrededor de las palabras “Yo” y “mi” para tener una idea del amor propio de este hombre. En la breve conversación que tiene con sigo mismo, usa la palabra “Yo” seis veces y la palabra “mi” cinco veces. No considera dar una paga extra a su mano de obra ni hacer un proyecto de servicio para su comunidad. No ofrece ninguna palabra de agradecimiento a Dios por esta cosecha tan abundante. Todo es “Yo” y “mi.”
“Descansa, come, babe, y date la buena vida” (v. 19). Encontramos lenguaje parecido en Eclesiástico 2, 24; 3, 13; 5, 18; 8, 15). Jesús presenta de manera muy clara la preocupación propia de este hombre. Tiene más de lo que necesita para cumplir con sus necesidades, aún más de lo que necesita para vivir honestamente. Su futuro no podría estar más asegurado. Ahora, lo único que tiene que hacer es disfrutar de su riqueza, y ése es su plan. Sin embargo, como veremos, su plan pronto se desvanecerá.
C) Insensato, esta misma noche vas a morir
“Insensato” (v. 20). Cuando Dios se dirige al hombre como insensato, indica la ceguera del hombre al juzgar las prioridades de la vida. El alma del hombre está en juicio. En este juicio las posesiones del hombre y su resumen social no llevan ninguno peso. Antes, Jesús advirtió, “Mas ¡ay de ustedes los ricos! porque ya tienen su consuelo” (6, 24). Ése es el problema de este hombre, ha recibido su recompensa, la cual no podrá llevar consigo a la eternidad.
“Pero Dios dice, “Insensato, esta noche vuelven a pedir tu alma” (v.20). El dicho se aplica estrictamente en este caso; morirá durante la noche que comenzará un nuevo día. Por lo tanto, su gran plan no vale nada.
“Para quien serán todos tus bienes?” (v. 20). La persona que ama sus posesiones las cuida con recelo, mantiene fuertemente el control, construye barreras para prevenir a los demás de poder entrar. El pensar que alguien pudiera estar malgastando su riqueza sería de lo más doloroso. Sin embargo, cuando él muere sus planes empiezan a fallar. Testamentos y fundaciones filantrópicas solo proveen una protección mínima. A menudo, fortunas son gastadas de una manera en que su fundador nunca hubiera pensado o aprobado. Eventualmente, polillas corrompen aún las posesiones más queridas.
“Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios” (v. 21). No debemos pretender que este versículo se aplica solamente a los que amontonan dinero, no tenemos que ser ricos para estar en peligro. El peligro existe para todo “el que hace para sí tesoro” y “no es rico en Dios.”
El problema no es la riqueza del hombre sino su avaricia. Muchos son tentados a acumular dinero y acciones, y otros son tentados a malgastar su dinero. Sin embargo, la pobreza no le hace a uno inmune de la avaricia. Alguna gente pobre comparte generosamente con otros en necesidad, pero otros se guardan un pedazo de pan. El problema no es la riqueza sino el egoísmo.
“Rico en Dios.” ¿Qué significa ser “rico en Dios”? Primero, de cierto debe significar estar agradecidos a Dios por nuestras bendiciones. Segundo, debe constar la responsabilidad hacia nuestros prójimos a quienes Dios nos ha encargado amar (10, 27), y a nuestros enemigos, a quien Dios también nos ha encargado amar (6, 27).
Preguntas para la lectura:
  • ¿Qué petición le hizo un hombre a Jesús?
  • ¿Qué le contestó Jesús?
  • ¿Qué le dijo Jesús a la multitud?
  • ¿Qué pensó el hombre que tenía mucha cosecha?
  • ¿Qué le dijo Jesús?
  • ¿Para qué hay que amontonar riquezas? 
  1. MEDITACIÓN (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
  • ¿Sé compartir lo que tengo, con los más necesitados?
  • ¿Soy arrogante, y avaricioso?
  • ¿Pongo en primer lugar los bienes materiales?
  • ¿Busco solo mi interés personal o el interés de mis hermanos?
  • ¿Trato con amor y cariño a los necesitados?
  1. ORACIÓN: (Qué le respondo al Señor, que le respondemos al Señor)
Gracias Señor, porque nos previenes de todo tipo de avaricia, gracias por todos los consejos que nos das, para ser desprendidos y de saber compartir con nuestros hermanos, por todos los dones que nos regalas para ser felices, y por ser parte de nuestras familias. Por eso te damos gracias. Gracias Señor, gracias Señor.
Perdón Señor, por ante poner las cosas materiales, antes que Ti, por ser egoístas, que nos cuestas trabajo compartir lo que tú nos regalas, por buscar siempre nuestro beneficio personal, y por tratar a nuestros hermanos sin caridad, por eso te pedimos perdón. Perdón Señor, perdón Señor.
  1. CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo el mensaje? ¿Cómo interiorizamos el mensaje?
  • Al hombre pidiéndole a Jesús que le haga justicia.
  • A Jesús dándole consejos a la multitud.
  • Al hombre rico, pensando que va ser con tanta cosecha.
  • A Dios diciéndole que esa misma noche va a morir.
  • A ti que algunas veces te gana la avaricia.
  1. ACCIÓN: ¿A qué me comprometo? ¿A qué nos comprometemos?
La intención general del apostolado de la oración del Papa para el mes de agosto es: 
Por la evangelización: Familias, laboratorio de humanización.
“Para que las familias, gracias a una vida de oración y de amor, se vuelvan cada vez más: laboratorios de humanización”.
Intención personal: Tratar de ser generoso con mis hermanos, y ayudándome con lo que el Señor me regala, buscando acumular la riqueza y el amor de Dios con mis seres queridos.

Intención comunitaria: Ayudando a mis hermanos de mis pequeñas comunidades, a abrirse a la generosidad, principalmente con los más necesitados.